Cuántas guerras, cuántas discusiones, cuántas peleas más debemos tener queriendo imponer nuestra concepción de Dios ..Nos debilitamos y destruimos en un vano intento tan necio como perpetuo, tratando de demostrar que nuestro Dios es el verdadero . Y Dios no se explica, Dios no se define, ¿acaso podemos determinar con exactitud cuál será nuestra reacción en cualquier situación?, ¿podemos diseccionar el cerebro humano y encontrar los pensamientos, deseos, miedos, anhelos?. No podemos pero ellos existen, y cuando tratamos de encontrar todo lo antes mencionado a través de una fría operación en un quirófano, se desvanece como la espuma, como si nunca hubiese existido.
Dios es la respiración del universo, que insufla vida a nuestra carne que de otra manera sería mármol inerte y frío, no tienes que mirar dentro ni fuera de ti para encontrarle o sentirle. solo vive, porque la vida es el milagro que explota una y otra y millones de veces hasta convertirse en eternidad, así que pelearnos por algo que "Todos ya somos" creyendo que una simple definición de Dios nos hace diferentes o mejores y poseedores de alguna verdad única, solo nos hace seguir perteneciendo a una larga estirpe de necios, que se conforman con el mapa del tesoro, dejando a un lado las grandes riquezas que encontraríamos si lo encontrásemos.
Dios se ha dividido en un número infinito de si mismo, como un organismo que se puede auto multiplicar, como una supernova que al explotar flota convertida en millones y millones de partículas cuya composición es la misma que la suya. Acaso cada gotita de agua del poderoso océano, deja de contenerlo, solo porque la apartemos de el con un gotero?.
Dios no habita en nosotros, él no es "uno" y nosotros "otro"... El somos nosotros, a través nuestro se ha hecho carne y pensamiento, ese pensamiento que huele a alma y a espíritu, ese espíritu que nos embelesa y recuerda el origen, con un canto apenas inaudible que ruge como un trueno sagrado que invita a retornar.
Convirtámonos en lo que "Somos", sumerjamonos en el líquido amniótico del vientre seguro, y amoroso del universo infinito, no hay que volver a ninguna parte, no hay que iniciar peregrinaje alguno a lugares sagrados, porque el lugar sagrado habita en cada uno de nosotros, solo hay que sentir, quietos en el mismo lugar en que estamos, despojándonos de las viejas vestiduras, y con la desnudez de la confianza, oler el perfume de Dios, porque ¡ El no es cosa alguna tangible, más su aroma encanta y da regocijo al Alma!.
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