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Suelta amarras

Una embarcación solo podrá navegar por mares y ríos si sueltan sus amarras del muelle donde esta atracada. La nave de nuestra existencia no podrá surcar las aguas de la vida si no aprendemos a soltar las amarras del apego. También nos anclamos a veces en medio de la inmensidad acuosa de las circunstancias, mientras todo continúa su paso, y el tiempo inexorable va cambiando cada cosa a nuestro alrededor.



Si queremos evolucionar, tendremos que arriesgarnos a soltar nuestras amarras y dejar que el viento de las nuevas experiencias insufle su fuerza motriz en las velas de nuestras decisiones. Tenemos el deber de tomar el control de nuestras vidas. Sí, el deber, porque somos el master and commander de nuestra nave y debemos llevarla a buen puerto aunque la mar de la vida esté picada y feroz. Porque con cada viaje que emprendamos y lleguemos sanos y salvos a cada puerto, estaremos a un paso menos del éxito personal y emocional y a un instante menos de la excelencia.


Yo os animo a que, aún a pesar del miedo atenazante que nos producen los paradigmas sociales y culturales, seáis valientes y os soltéis, porque valiente no es aquel que no teme. Valiente es quien, a pesar del miedo terrible, permite que su impulso de vida le impele hacia la toma de decisiones sin quedarse sumido en la inquietante sensación de la inmovilidad.


Y es que estamos diseñados para movernos tanto física como mentalmente. Así que cuando no accionamos, damos mal uso a la máquina perfectísima que somos. Estamos yendo contra natura y se produce el "sufrimiento" del alma y del cuerpo. Si sufre el alma, el cuerpo enferma, la mente languidece y sucumbe bajo aquello sobre lo que en realidad ella está destinada a reinar.

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